15 ENERO 2007
Es temprano, hace ya un rato que me levanté y, por alguna extraña razón, aquí estoy. Nunca me había puesto a escribir en mi diario tan temprano, apenas hay mucho que contar.
Aquí estoy con mi café bien cargado para ponerme las pilas y aguantar el día de hoy. Llevo unos días algo extraña, como ausente, no en mi diario, sino en mi vida. Tal vez sea el ver cómo se van acercando los exámenes y con ellos el posible temido fracaso, tal vez sea el llevar un tiempo sin ver a mi chico o tal vez sea, simplemente, el hecho de vivir en un mundo que me se me antoja sumamente difícil. Lo cierto es que me siento extraña, ausente. No tengo las ganas de comerme el mundo que tenía las últimas semanas. Tal vez sea el fin de las navidades y con ellas los kilos de más. No es que haya engordando mucho en estas navidades, de hecho, apenas he engordado estos días, pero sí durante los últimos meses.
No he engordado porque me haya atiborrado ni haya comido en exceso ni mucho menos. He engordado porque durante los últimos meses o, incluso, años, me he dedicado a intentar comer, poco pero algo. Me he dedicado a dejar de vomitar de una vez. Y cuando tu cuerpo se acostumbra a no probar bocado, cuando tu cuerpo se acostumbra a vomitar todo lo que ingiere, cuando tu cuerpo se acostumbra a no tener nada en el estómago, cuando tu cuerpo se acostumbra a hacer ejercicio contínuamente, entonces cuando dejas de hacerlo e intentas ser un poco normal, o lo que la gente entiende por normal, entonces tu cuerpo, inevitablemente, tiende a recuperar todo el peso que se le ha negado durante años.
Si tuviera que decir cuánto como... dirían que no es normal. Lo cierto es que como poco. Todo el mundo dice que como poco. Pero la realidad, lejos de medir la cantidad de comida que ingiero, la realidad es que he engordado. No sabría decir cuántos kilos con exactitud. He engordado durante los últimos 2 años... probablemente alrededor de unos... entre 5 y 8 kilos. Ahora, al verlo aquí escrito me parece una barbaridad pero ha sido algo gradual, poco a poco durante los últimos años. Sin embargo, ahora, durante estos últimos días, después de las navidades, no he dejado de mirarme en el espejo y darme cuenta de que... de que tengo que perder peso. De que, por mucho más feliz que sea ahora que 2 años atrás, no me siento satisfecha con mi cuerpo.
Ayer me dio por mirar las fotografías de hace un par de años. Estaba mucho más delgada que ahora. Tenía muy buen aspecto. Aquellos pantaloncitos estrechos y ajustados me sentaban de maravilla. Aún los tengo colgados en el armario esperando el día que pueda volver a ponérmelos. Ayer, mientras observaba mi figura en las fotografías, me di cuenta de que por aquel entonces no me preocupaba el poder ponerme unos pantalones u otros porque todos me sentaban bien. No me preocupaba ponerme una minifalda o enseñar el ombligo. No me preocupaba embutirme en unas mallas o unos pantalones ajustados que marcasen mis piernas. Ahora, sencillamente, no puedo. No puedo porque no me veo bien. Y no es que esté excesivamente gorda porque no lo estoy, pero no estoy lo suficientemente delgada y no me veo bien.
Ayer mientras miraba las fotografías, me di cuenta de que tenía que volver a adelgazar. De que deseo volver a adelgazar por encima de todo. De que lo deseo de verdad. Y decidí que tenía que pesarme. Si quiero adelgazar el comienzo es pesarme para saber cuánto peso y hasta dónde quiero bajar. Pero me da miedo. Me da pánico volver a subirme a una báscula. Hace varios años que no lo hago porque me da mucho miedo.
Ya terminé mi café, que es todo lo que tomaré hoy hasta esta noche. Ahora vienen las horas de estudio, las clases y el gimnasio. Creo que podré aguantar perfctamente hasta esta noche.
ANA
3 comentarios:
Claro, te entiendo.
Maldito peso.
es una obsesion todo!
un beso ana.
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Ana: te he leído un montón de veces. En mi opinión, eres la blogstar de este círculo de las páginas pro, anti y confesionales sobre anorexia. A veces te he envidiado (porque a mí me leen unas ocho personas, contanto un amigo que lo hace por pura metichería y considerando a mi gato persona), sin hablar sobre la beca Erasmos (soy latina y ando en busca de una beca para Europa, que, en el mejor de los casos, no es tan generosa como la Erasmos) o tantas otras cosas, y a veces me he exasperado contigo cuando veo que vuelves a lo mismo del peso. Tuve anorexia ocho años y en mi caso (ahora quizá tú me envides a mí ;))me ha costado un trabajo espantoso subir cada gramo que he recuperado. Conservo una capacidad pasmosa para adelgazar por estrés o tristeza, aún cuando coma.
Tu entrada más reciente es sobre tu partida a Inglaterra. Y hoy, por una casualidad, dí con esta. Que viene a ser más o menos la misma historia: las ganas de perder unos cuantos kilos. Y que es lo que (tú misma lo has dicho) te ha quitado tantas cosas de tu vida. No te voy a criticar. Mucha gente me ha dicho literalmente que envidia mi vida, o que quisiera mi vida. Y yo acá matándome de hambre por depresión. Sólo te diré lo que a mí misma me digo: aunque nuestra hada buena es muy poderosa, a veces hasta las hadas cobran su venganza. No hay que tentarlas.
Besos.
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