Hoy me ví

10 FEBRERO 2006


Hoy me miré al espejo. No lo hago con frecuencia, excluyendo, claro, las veces que te lavas la cara o te lavas los dientes. Pero me refiero a mirarte al espejo, a fijarte en el reflejo, en lo que ves. No lo hago a menudo porque no me gusta lo que veo y porque me resulta mucho más difícil volver a encaminar mi vida, dar un paso hacia delante, cada vez que observo mi reflejo.

La relación que tengo con los espejos no es ni mucho menos sana. Recuerdo que una vez califiqué al espejo como mi gran "amigo y enemigo íntimo". Resulta tan difícil volver a aquellos tiempos en que podías mirarte al espejo tranquilamente sin ningún sentimiento de odio hacia ti misma. Por eso, ahora, intento no mirarme, mirarme lo menos posible porque no quiero ver el reflejo. Resulta sumamente difícil porque en ese momento, te vienen tantos recuerdos a la mente; por un instante, eres capaz de revivir cientos de sensaciones que me asustan. Ciertamente, me dan miedo porque es muy duro dar un paso hacia delante y muy sencillo retroceder tres de golpe.

Pero hoy, sin darme cuenta, me observé en el espejo. Pasé por delante y hubo algo que me llamó la atención. Y me detuve a observarme. Allí estaban. Esas ojeras enormes. Esa palidez sobrenatural. Esa languidez pavorosa. Allí estaba, mi reflejo.

ANA

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