Vivo en un saco

09 OCTUBRE 2009

Han pasado muchos años. Tal vez demasiados o, tal vez, demasiado pocos; pero, indiscutiblemente, de aquello hace ya 5 años. Lo recuerdo, pero al mismo tiempo lo he olvidado. Algunas imágenes han perdurado en mi memoria. Algunas imágenes han sobrevivido hasta el día de hoy congeladas en el tiempo. Del mismo modo en que miras una foto y puedes observar con todo detalle el momento, la situación, pero no las emociones ni los sentimientos. De ese modo he guardado en mi memoria algunas imágenes de aquellos años, congeladas, frías, vacías, solo un puñado de imágenes que me recuerdan dónde estuve o quién fui en el algún momento de mi vida.

Pero algunas palabras han perdurado también sobre el papel.

En una cesta de mimbre descubro algunos objetos del pasado. Abro un pequeño cuaderno, diminuto. Lo recuerdo. Fue mi primer “diario”. Lo llevaba siempre conmigo, más bien por el temor de que alguien pudiera encontrarlo. Aquel cuaderno guarda algunos de los secretos más oscuros de mi pasado. Fechas, dietas, ejercicios, peso e, incluso, lo que comía o las veces que vomitaba cada día.

Recuerdo subirme a la báscula cada noche y abrir mi pequeño diario para anotar lo que había comido y cuánto pesaba y recuerdo observar el descenso de peso con respecto al día anterior, no siempre con el mismo grado de satisfacción.

Ahora abro de nuevo el cuaderno y leo:

19 de Noviembre de 2004

“Al subir al bus pusieron una película. Es difícil que una película sucumba a la tentación que produce en mí el maravilloso paisaje deslizándose ante mis ojos y un puñado de buenas canciones. Aquí estoy mirando por la ventanilla, escuchando música y escribiendo unas líneas. Los molinos giran sin cesar alzándose al infinito; las nubes, curiosas almas en pena, transportan nuestros sueños. Esos enormes puñados de tierra marrón rojiza se expanden a largo de cientos de kilómetros pareciendo no tener fin. Los árboles en sus más diversas formas y colores, largas llanuras de cemento a las que llamamos carreteras dando sensación de libertad. ¿Alguna vez te has preguntado a dónde llegaríamos si siguiéramos las carreteras hasta el final?

Es curioso. Te fijas en cada cosa, en cada detalle, por pequeño que sea y es como si cada una de esas cosas tuviera vida. A veces se hace raro pensar que pueda haber vida más allá de la tuya, más allá de tu casa, de tu ciudad, de tu mundo. En realidad tan sólo somos un minúsculo punto en el planeta. Ni tan siquiera eso. Al salir de ese círculo rutinario de nuestra vida los problemas se minimizan, pierden importancia. ¡Hay tanto mundo por conocer ahí fuera esperándonos! Siento que forma parte de mí. Viajar, salir, conocer sitios diferentes, gente… lo necesito. A veces creo que, al no pertenecer realmente a ningún sitio, tengo esa extraña necesidad, soy persona de mundo, nunca podría quedarme en un sitio concreto.”

5 años después mi vida ha cambiado, ha cambiado mucho. Salí, me fui, conocí mundo, gente, experiencias… huí y viví. Pero he vuelto y he recuperado mis antiguos trastos. La vuelta resulta especialmente dura. Vuelves a tu pasado pero ya no el mismo. Vuelven tus problemas pero no los afrontas del mismo modo. Vuelves a tu hogar pero algunas cosas han cambiado. Vuelves a tu vida pero ya no eres el mismo.

Y ahora me encuentro aquí, intentando aclarar qué parte de mí misma dejé atrás. Intentando descifrar de nuevo cuál es la realidad de mi vida. Intento averiguar cuál es el camino de cada uno. Resulta difícil volver a un pasado que se ha convertido en presente. Resulta difícil volver a un a vida que creías conocer y que ya no conoces.

Comienza el curso, vuelve el día a día, la rutina, las clases, las comidas… una vida de circunstancias conocidas que desconozco. Vivo en un saco lleno de trastos. E intento descubrir cómo adaptarme a una vida que no siento como mía. Intento adaptarme a unas circunstancias que ya no conozco. Intento averiguar cómo lidiar con los antiguos trastos. Intento descifrar el modo de enfrentarme a las situaciones del pasado en un nuevo presente e intento encontrarme en un mundo en el que me he perdido, porque, en definitiva, resulta difícil volver a una vida que no reconoces como la tuya.

ANA