Cúmulo de sensaciones


07 ABRIL 2008


Siempre me ha resultado difícil encajar las emociones. Por eso siempre quise dejar de sentir; dolor, rabia, tristeza, soledad… pero también alegría o satisfacción porque no sé cómo afrontar las emociones sea cual su índole. Me parece más sencillo no sentir nada porque no tienes nada de qué preocuparte. Las sensaciones buenas siempre van parejas de cosas negativas, miedo a que se acaben, a que se pierdan en el infinito, miedo a no estar a la altura, miedo a perder la sonrisa porque después siempre viene una lágrima. No sé enfrentarme ni encajar mis emociones ese es mi verdadero problema y a veces me resulta difícil manifestar cómo me
siento en realidad porque aunque esté feliz y contenta desearía no estarlo, no porque no desee ser feliz sino por miedo a perder esa felicidad, por miedo a no saber mantenerla, a no estar a la altura de las circunstancias.


Intento ocultar mi felicidad o mi alegría porque siento que una parte de mí jamás conseguirá ser feliz, como si estuviera condenada a vivir en la más absoluta tristeza y melancolía. Sé que consigo cosas, proyectos, ambiciones que empiezan a hacerse realidad, que comienzo a vislumbrar con una disimulada sonrisa pero me cuesta confiar y creer que conseguiré todos mis propósitos porque a veces me pongo objetivos inalcanzables, porque no me conformo con lo que tengo, porque siempre quiero más.


Éste, mi blog, era uno de esos proyectos que tenía en mente. Un modo de, no solo dar a conocer mis dotes como escritora sino, ofrecer una imagen real y correcta de los trastornos de la alimentación, de todo lo que se oculta detrás de un trastorno de estas características, más allá de la mera imagen. Nunca pensé que las visitas podrían superar siquiera las 10.000 y ya llevo más de 32.000. Es todo un honor, más aún sabiendo que he ayudado o, al menos, he hecho reflexionar a varias personas. Las visitas de mi blog y los comentarios avalan que hago un buen trabajo con mis escritos, o al menos eso quiero pensar, pero el verdadero reconocimiento ha sido el que mi blog haya sido seleccionado para ser presentado en un poster junto a otros dos blogs en un congreso de Salud Mental. Éste ha sido el resultado. Muchas gracias a Dora por todo su apoyo y su trabajo.



Mi siguiente proyecto en este ámbito, como bien sabréis muchos de vosotros, es mi libro. Lo tengo todo un poco parado porque no tengo demasiado tiempo y llevo algunos meses un poco ofuscada. Enciendo el ordenador, abro el documento en el que tengo las cientos de hojas que se supone que formarán mi libro, lee y releo pero no sé por dónde continuar. No es fácil contar una historia como ésta. No es fácil hablar de según qué cosas o qué detalles. No es sencillo retroceder en los recuerdos y remover la mierda. Pero quiero hacerlo, me siento con la obligación de hacerlo, siento que me debo algo, que se lo debo a mucha gente y sé que hasta que no acabe mi libro no habré terminado del todo con esta etapa de mi vida.


- “¿Es que no estás contenta?” Me pregunta todo el mundo.

- “Claro que lo estoy.” Respondo.

- “Pues no lo parece.”


Las cosas empiezan a salir como quería y eso hace que me sienta satisfecha de mí misma porque siento que soy capaz de conseguir lo que me propongo. Lo conseguí.


Llevaba mucho tiempo trabajando en aquel relato. Muchos de vosotros recordaréis un post al que llamé “Para El[i]sa”. Un post que dediqué a una chica cuya historia me conmovió. Aquel fue el comienzo de mi relato, mi inspiración para escribirlo. Y le dediqué mucho tiempo. A partir de aquellas líneas escribí una historia sobre aquella chica que, pasados los años, se convertía en mí. Un relato de 10 hojas sobre sentimientos, sensaciones y emociones, sobre anorexia y soledad que titulé “Para El[i]sa” y entregué bajo el seudónimo de Confesiones de Ana al XII Concurso de Relatos Breves de mi facultad. El viernes recibí una llamada: “Tu relato ha ganado el segundo premio.” Lo conseguí.


Pero lo mejor aún estaba por llegar. ¡Cuántos años llevaba soñando con esto! Siempre soñé que llegaría este momento pero nunca supe a ciencia cierta si algún día se haría realidad. Ahora, está más cerca que nunca.


Saqué una estupenda nota en el examen oral de nivel de inglés que me permitiría tramitar la solicitud para la Beca Erasmus, que finalmente me han concedido. Por fin terminó el proceso de solicitud y de confirmación de las plazas y tras mucho pensarlo y barajar opciones y países, escogí la plaza de la Universidad de Southampton, a unos 100 Km de Londres. Cada vez parece estar más cerca el momento en que me vaya durante todo un año de casa para estudiar en el extranjero.


Por supuesto que he pensado en todo. Al principio, había quien pensaba que no era el mejor momento para irme de casa pero después de reflexionar y analizar la situación hemos llegado a la conclusión de que esta experiencia no sólo será realmente enriquecedora a nivel profesional y académico sino también a nivel personal porque me ayudará a desarrollarme y madurar muchísimo. Claro que existe un riesgo en cuanto a la comida al estar allí sola pero algún día tendré que enfrentarme a ello yo sola, sin que haya nadie detrás vigilándome y, además, yo sostengo por encima de todo, la idea de que cuando te sientes a gusto, contento, feliz, satisfecho y, sobre todo, ilusionado con la vida y con los proyectos que se te presentan, no necesitas recurrir a conductas estrafalarias con las comidas porque los sentimientos de angustia, insatisfacción, desasosiego o fracaso que las desatan se desvanecen.


Hacía muchos años que no me sentía tan ilusionada con algo y, a la vez, tan segura de mí misma. Estoy convencida de que éste puede ser un gran paso para mi tratamiento, para descubrir que la vida puede ofrecerme mucho más de que lo que yo espero de ella, para decantarme, definitivamente, por la balanza de la vida.


ANA


Welcome home


01 ABRIL 2008


No puede pasar de hoy me dije. No puede pasar ni un día más. Sí, lo sé, desde el 10 de Marzo ha pasado mucho tiempo y como podéis imaginar desde entonces han pasado muchas cosas, algunas de ellas más intensas que otras, por supuesto.


Siento haber estado ausente tanto tiempo. En primer lugar, estuve trabajando de nuevo a jornada completa del 10 al 15 de marzo para sacarme un dinerillo extra. El 16 de marzo me fui a Barcelona a ver el concierto de Alicia Keys con mi chico, era mi regalo de navidad. Fue increíble. Volví a Zaragoza al día siguiente para hacer un examen de inglés y una analítica de hormonas y el 18 me fui a pasar la Semana Santa con mi abuela. Volví el 22 de marzo para irme de nuevo al día siguiente a Mallorca con mi chico de vacaciones hasta el 29. Como veis no he estado en casa y no he podido pararme a escribir unas solas líneas.


El tratamiento sigue adelante aunque lo cierto es que lo he dejado un poco al margen. No quiero decir que me haya olvidado o que pase de él, sólo que he dejado de centrarme tanto en ello, he dejado de darle tanta importancia para centrarme en otros aspectos de mi vida. Algunas personas creen que hago mal no preocupándome tanto como antes aunque lo cierto es que yo, por una parte, creo que es positivo porque estoy dejando de darle tanta importancia al trastorno, estoy intentando no pensar continuamente en mi enfermedad; creo que es el mejor modo de llevar el tratamiento, al menos el más fácil.


Tal vez me equivoque o me esté engañando de nuevo, no lo sé porque por otra parte llevo algún tiempo algo indiferente. Salgo de las sesiones igual que entré y no sé si realmente me aportan algo o no.


Sé que he hecho avances en mi dieta y en el tratamiento pero siento que la evolución psicológica, mis sentimientos, mis emociones… no evolucionan a la par que la dieta y ello hace que me sienta mal. Mi obsesión por el peso ha aumentado hasta términos insospechados. Sé que no debería pesarme y aún así sigo haciéndolo. No puedo evitarlo. Me he planteado si realmente deseo continuar con el tratamiento y no es que no desee hacerlo, todo el mundo me pregunta si no me quiero recuperar y mi respuesta es que sí, claro que quiero, pero me da miedo. Esto es lo único que conozco. Me da pánico engordar, me da pánico comer, perder el control, sentirme mal, fracasada, un cero a la izquierda. Y a veces siento que el tratamiento no me ayuda a solucionar esa parte. Claro que quiero recuperarme pero es lo de siempre, lo que quiero no es comer o dejar de comer, sólo es sentirme bien.


Desde la última vez que escribí tuve sesión con mi psiquiatra, con el psicólogo y, esta misma mañana, con la dietista. Después de cada sesión solía acudir a mi ordenador para escribir y reflexionar sobre cómo había ido todo pero la indiferencia que me absorbe durante los últimos meses no me ha permitido si quiera reparar en ello. El psiquiatra me bajó la dosis de prozac porque llevaba algunas semanas controlando los vómitos pero me quedé sin medicación y fue un descontrol absoluto. Durante la semana que estuve sin medicación, hace ya casi 3 semanas vomité casi a diario porque no pude controlarlo y, cuando volví a tomar la medicación los vómitos apenas podía controlarlos.


Me subí la dosis de la medicación voluntariamente sin contar con nadie. Tenía que llamar a mi psiquiatra para contarle cómo me había ido pero me daba tanta vergüenza contarle aquello que no le llamé. Más tarde, se lo confesé a mi psicólogo que, en un principio, no creyó que me hubiese quedado sin medicación y lo vio más bien como una excusa para justificar los vómitos. No entendía que mi médico de cabecera no me diera cita hasta una semana después, pero así fue, por lo que estuve más de una semana sin tomar mis pastillas.


Sé que caí demasiado bajo al volver a recurrir a los vómitos. Sé que di un enorme paso atrás. Al principio pensé, o quise pensar, que era cosa de la falta de medicación pero lo cierto es que al volver a recurrir a los vómitos casi a diario, más tarde me costó controlarlos de nuevo y ahora sigo intentándolo.


Estas últimas semanas han sido estupendas porque cuando estoy fuera de casa apenas me preocupo por la comida, no sé por qué, pero me relajo más, le doy menos importancia, tal vez porque me siento mejor y me cuesta menos comer fuera de mi rutina habitual aunque ahora que he vuelto a casa siento que he engordado un par de kilos. Estoy deseando bajar a la farmacia a pesarme y sé que lo haré, aunque no debiera, pero de momento no puedo porque me da miedo pensar qué pondrá la báscula. Estaba deseando volver a mi rutina, a mis horas de gimnasio, a mi control de horarios y dietas… y tristemente estaba deseando volver porque sabía que volvería a ponerme a dieta para bajar estos kilos que he ganado y poder subirme de nuevo a la báscula.


Esta mañana me pesó la dietista: 47,500 kilos. 47 kilos… Tengo que adelgazar fue lo primero que pensé, no puedo evitar verme gorda y sobre todo, no puedo evitar sentir pánico al pensar que me estoy descontrolando, que se me escapa de las manos. Pensaba que dejar de obsesionarme con el trastorno sería positivo pero tal vez me esté engañando porque desde que dejé de darle importancia no he avanzado. Siento que me he estancado. He hecho pequeños progresos que para mí son un mundo. Llevo casi un mes poniendo mermelada Light a mi tostada de pan de molde integral cada mañana para desayunar y dejé de cortarla en 5 rigurosas tiras. Nadie puede imaginarse el esfuerzo que ha supuesto para mí eliminar ese ritual. Estuve varios meses antes tanteando la posibilidad, intentando cada mañana no cortar la tostada en 5 tiras, imaginándome poniendo mermelada en la tostada… y supuso un gran esfuerzo para mí asumir ese cambio. Pero lo hice. Sin embargo, sé que también he dado pasos atrás. Quiero pensar que estos pequeños pasos atrás son parte del proceso que más adelante me ayudarán a dar un impulso mayor para caminar.


Aunque hay algo que me preocupa sobremanera. Pensé que nunca lo haría, va en contra de mis principios y así lo creía yo cuando decidí aceptar el tratamiento. Decidí que no mentiría en nada. Que iría con la verdad por delante porque no tenía nada que esconder, que mentir no serviría de nada porque si vas a mentir, ¿de qué sirve el tratamiento? Si mientes es porque no estás convencido de querer ingresar en el tratamiento y yo lo estaba. Pero he mentido en varias ocasiones, no me refiero a mi madre al haberle dicho que he comido esto o aquello otro (contaba con eso, por supuesto), sino al psicólogo, a la enfermera y, esta misma mañana, a la dietista. La primera vez que lo hice simplemente fue un modo de salir del paso. Me dije que no lo volvería hacer, pero que había cometido un pequeño error que no quería reconocer. Pero poco a poco, fueron más veces. Y esta mañana, la dietista me preguntó: “¿qué comiste ayer?” Le dije que había comido una ensalada de pasta, dos biscotes de pan, una manzana y un yogur. Sólo tomé una manzana y un yogur. Lo peor de todo es que estaba orgullosa de haber comido sólo eso y me sentía bien. Me había hecho sentir bien. Aguanté todo el día con mi tostada, mi café con leche, la manzana y el yogur, y destaqué sobradamente en las 2 clases de aerobic.


Echaba de menos esa sensación. La echaba de menos. Sé que es arriesgado jugar con esto porque es adictivo pero… ¿por qué me hace sentir tan bien?

ANA