¿Alguna vez has sentido levitar?
29 MAYO 2006
Allí estaba yo, en el gimnasio, en esa clase de aerobic rodeada de muchachas a cada cual más torpe. Lo cierto es que por una vez no había reparado en ellas. No sabría decir cuántas chicas estábamos en la clase, no sabría decir cuántas de aquellas chicas eran delgadas. Por una vez no había reparado ello. No lo había hecho por la sencilla razón de que ni siquiera podía reparar en mí.
Llegué al gimnasio después de un durísimo día en una semana más agotadora aún. En realidad estaba cansada. Terriblemente cansada pero tampoco había reparado en ello. No me permitía reparar en ello. ¿Estás cansada? Qué más da, tienes que seguir igual. Tenía 2 horas de clases en el gimnasio por delante y no me permitía fracasar.
Empezó la clase y, por primera vez en toda mi vida, pude sentir durante unos instantes... nada. No sentí absolutamente nada. Estaba subiendo y bajando del step, a veces con la sensación de que iba a desplomarme o de que iba a tropezar y, entonces, me di cuenta de que no tenía noción de nada, de que, simplemente no podía tenerla. No podía parar y pensar ¿qué me está pasando? No podía entender qué me estaba pasando porque no me estaba pasando nada. Por primera vez en toda mi vida tuve la sensación de que estaba levitando.
Y esa sensación es... sencillamente perfecta. Por una vez tu cuerpo se vuelve etéreo, se desvanece, y pierdes consciencia alguna de él, es como si... de pronto, tu cuerpo no pesase nada, como si fuese una pluma que se lleva el viento, como si se desprendiera de ti. Y te das cuenta de que no hay nada más, que no sientes nada. Únicamente tienes la sensación de levitar.
Y, lo cierto es que, esa sensación me ha hecho comprender por qué hago todo esto, por qué estoy aquí.
Durante los últimos meses he intentado comprenderlo, he intentando averiguar por qué no puedo comer; ahora, cuando creía estar recuperándome. No es tanto porque, como antaño, ansíe una delgadez imposible. Es más bien porque... necesito esas sensaciones. Ya no me importa tanto el hecho de comer o no comer. No es la comida lo que me importa. Es como si hubiese desviado mi control sobre la comida a otras cosas. Aunque ahora no le de tanta importancia a la comida y aunque, ahora, la delgadez haya dejado de ser mi fin último, sigo ansiando y sigo necesitando esas sensaciones porque mi problema con los sentimientos y conmigo misma sigue estando ahí. Y, como digo, he desviado mi atención de la comida a... todo. He pasado de querer controlar lo que como a querer controlarlo todo. A organizar y planificar todo lo que tengo que hacer, a querer controlar el tiempo.
Y es que ese control... no sólo sobre la comida, sino sobre todo, absolutamente todo, me hace sentir tan bien. Puedes sentir que por una vez, todo es perfecto. Mirar a tu alrededor y... bueno, puede mejorar, pero ya es casi perfecto y puedes ver cómo lo estás consiguiendo. Cuando creías que perdías el control, cuando creías que ya no había esperanza, cuando creías que habías fracasado; te das cuenta de que aún estás a tiempo de controlar tu vida para que sea perfecta.
No es el control sobre la comida y sobre lo que como lo que verdaderamente me mueve, si bien, es una fracción importante porque es una parte más de ese todo, sino el control en sí mismo. El control sobre mí. Controlar la comida no me basta. Puedo estar varios días sin comer que no me hará sentir mejor y, sin embargo, puedo comer una manzana o una ensalada y sentirme maravillosamente perfecta porque tengo todo bajo control. Porque no fracasé. Porque cumplí mis propósitos, porque cumplí mis horarios, porque mantuve el control.
¿Qué importa estar días y días enteros sin comer si luego no eres capaz de sentirte bien? Ahora, me he dado cuenta de que lo que verdaderamente me hace sentir bien es el control absoluto. La comida no me basta.
Allí, en el gimnasio, al tener aquella sensación de levitar... comprendí que la delgadez en sí misma no es suficiente, que ser delgada no basta sino eres capaz de mantener todo lo demás al mismo nivel. Comprendí, por fín, por qué hago todo esto. Comprendí, por fin, que lo que de verdad ansío, en última instancia, es recuperar esa sensación. La sensación de no sentir nada, la sensación de levitar.
ANA
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