01 AGOSTO 2007
No puedo evitarlo. Me empeñé en cerrarme en mí misma y no querer saber de nadie más. Ya he dicho en varias ocasiones que cuando empecé este diario no pretendía salvar ni ayudar a nadie, tan sólo a mí misma. No pretendía crear ningún tipo de lazo afectivo con nadie, porque yo me empeñaba en ser así, fría como un témpano.
Pero no puedo evitarlo. Tal vez el hecho de querer salir de todo esto, de querer recuperarme, de querer, aún con miedo, volver a sentir, me ha hecho un poquito más blanda, más débil. En realidad siempre lo fui pero me puse una coraza para ocultarlo.
Día a día con vuestras palabras de apoyo, de ánimo, de admiración, me habéis ido cautivando. Todas y cada una de vosotras. No os conozco pero os he cogido un especial cariño. Os debo mucho. No sabéis cuánto. Cada día me levanto por la mañana esperando un nuevo comentario, deseando volver a escribir. En cierto modo, vosotras hacéis que merezca la pena.
Han cambiado muchas cosas desde que decidí rendirme. Sé que, en realidad, no me estaba rindiendo sino emprendiendo una nueva batalla, pero, en cierto modo, me rendí ante la anorexia. No contra ella, sino en la cruzada que emprendí hace 7 años por ser una perfecta anoréxica.
Como decía, han cambiado muchas cosas desde que decidí rendirme. Por fin, he aceptado que estoy enferma. He reconocido mi enfermedad sin ningún pudor y he sido capaz de hablar de ello abiertamente.
Conseguí hablar con mi hermano mayor, lo cual se me antojaba imposible. Tal vez no llegásemos a ninguna conclusión pero conseguí hacerlo. Conseguí dar el paso y romper el silencio.
Conforme he ido aceptando el hecho de que estoy recuperándome o, al menos, intentándolo, he ido, al mismo tiempo, rompiendo el silencio y hablando abiertamente de mi enfermedad, lo cual me hubiese resultado hace tan sólo 2 años algo sencillamente inviable.
Cada día me siento frente a mi ordenador y escribo. Y escribir me ayuda. Me ayuda de un modo que nunca hubiese podido imaginar.
Y hay más. Tengo una confesión que hacer. Estoy escribiendo un libro. Sí, así es. Llevo haciéndolo desde hace varios meses, tal vez, un año. Pero nunca dije nada a nadie. Era algo que llevaba en secreto. No quería que nadie lo supiera, no tenía intención de hacerlo hasta ver publicado mi libro porque nunca tuve la seguridad de que eso pudiese llegar a ocurrir.
Llevo escribiendo desde hace muchos años, cada vez con más frecuencia. Un día me di cuenta de que tenía decenas de páginas manuscritas de lo que podría hacer un libro. Siempre quise escribir y, entonces, comprendí que, tal vez, ésta era mi oportunidad.
Hubo días en que sentía deseos de tirar la toalla porque me resultaba una tarea ardua y compleja. Creía que nunca conseguiría acabarlo, que nunca vería la luz, que sería una historia cualquiera que no interesaría a nadie. A veces quería desistir porque no sabía cómo continuar, cómo estructurar el libro, por dónde empezar, cómo encajar el puzzle de piezas en forma de textos que configurarían mi libro.
Pero, entonces, venía aquí y leía algunos de vuestros comentarios, aplaudiendo mi forma de escribir, el modo de expresarme. Algunas de vosotras lo habéis calificado como un don especial para trasmitir todo eso que siento y sentimos todas. Incluso recibí algunos comentarios animándome a escribir mi propio libro, mucho antes de convencerme de que podía hacerlo.
No pensaba comentar nada de esto de momento porque aún me queda mucho para acabar mi libro y no sé si algún día podré hacerlo. Pero estoy trabajando ello. Si me decidí a contarlo, por fin, es porque hoy se lo confesé a mi familia. No quería que supiesen nada hasta ver mi libro publicado de modo que si no lo conseguía nadie hubiese sabido nada. Pero no pude evitarlo. Embriagada por una enorme sensación de satisfacción y orgullo, me decidí a confesárselo a mis hermanos y, más tarde, a mi madre que no entendía qué escribía delante del ordenador tantas horas, día tras día.
Son muchas las razones que tengo para escribir este libro. Pero una de ellas, sois vosotras. Vuestras palabras de apoyo, de comprensión, de admiración, de agradecimiento… todo ello me anima cada día para seguir escribiendo, para no tirar la toalla.
No puedo evitarlo. Os he cogido cariño. Hacéis algo muy grande por mí con el simple hecho de leerme, que cada día me levante con el único deseo de seguir escribiendo.
Aquí me despido. Me tomo unas merecidas vacaciones pero estaré de vuelta el día 15 para seguir escribiendo. Os seguiré leyendo.
ANA