Siempre me he preguntado cómo hubiese sido si hubiera sido un chico. Siempre me he preguntado cómo habría sido mi mundo, cuán diferente habría sido todo. Qué color tendría el mundo, qué forma o qué olor.
Durante muchos años deseé ser un chico y aún hoy me pregunto cómo habría sido. Aún hoy sigo deseando, tal vez por un momento, haberlo sido.
Fui la segunda de tres hermanos. La única chica entre dos varones. Siempre viví a la sombra de mi hermano mayor. Viví mi infancia adulándole, imitándole, admirándole, idolatrándole. Siempre quise ser como él, hacer todo lo que él hacía. Con los años mi consciencia del mundo se fue incrementando y, con ella, la consciencia de mujer. Siempre fui consciente de las notables diferencias que existían entre él y yo. Consciente de lo diferente que resultaba ser una chica. Siempre quise hacer todo lo que él hacía, seguir sus pasos y disfrutar de esa agradable posición de ser un chico.
Cuando eres una chica todo es diferente. El mundo se ve diferente. La vida tiene otro color, otro olor, otra forma, otras sensaciones, otras emociones. Siempre creí que ser un chico era mucho más fácil. Los chicos no tienen tantas responsabilidades, a los chicos no se les exige tanto. Y ya no hablo del papel dentro de la familia, sino dentro de la sociedad. Por el simple hecho de ser mujer tu vida está condicionada. Tu vida está relegada a un segundo plano. Vivimos en sociedades marcadamente machistas donde los valores asociados a las mujeres se consideran débiles y frágiles. Según estudios recientes sobre sociología "nuestra sociedad, como muchas otras sociedades, tiene la característica de ser androcéntrica, esto quiere decir que toma al hombre, como medida para todas las cosas, como prototipo del ser humano y todas las instituciones creadas socialmente, responden a las necesidades del varón, es decir, todo gira a su alrededor."
Ser un chico es, en esencia, mucho más sencillo. Los chicos no tienen la misma sensibilidad que las mujeres. Siempre tuve la sensación de que todo me afectaba mucho más que a los chicos por el simple hecho de ser mujer. Nacer mujer implica una sensibilidad y una fragilidad que los chicos no poseen. Y, no nos engañemos, es algo muy bello pero a la vez muy doloroso y no todas las personas son tan fuertes como para lidiar con ello. Ser mujer implica, en la sociedad de hoy en día, sufrir más. Ser mujer implica que tendrás que esforzarte más para llegar a los mismos objetivos que los hombres, ser mujer implica que las exigencias serán mayores y que tendrás que superarte mucho más simplemente para estar a la altura de un hombre.
Las escalas de medida son diferentes para hombres y mujeres. Cuando un chico no sabe planchar o cocinar se entiende como algo normal pero las chicas tienen que aprender a hacerlo. Cuando un chico se rodea de muchas chicas es un gigoló o un ligón pero cuando es una chica se le considera una puta. Cuando un chico come más de la cuenta se entiende como algo normal pero cuando lo hace una chica las miradas o las murmuraciones son constantes. Cuando un chico es un chulo resulta más interesante pero cuando lo hace una chica es una mala persona. Las chicas tienen que controlarse; tienen que controlar sus emociones, su comportamiento, sus necesidades, su cuerpo.
Y lo más terrible de todo es que ser mujer implica, en cierta medida, detestar tu cuerpo. Desde muy pequeños nos enseñan que el cuerpo es débil, es frágil y que la mujer es, simplemente por ser mujer, más débil. Nos enseñan que la sensibilidad implica debilidad, nos enseñan que los valores asociados a las mujeres no son tan buenos como los valores asociados a los hombres. Obviamente las cosas van cambiando, pero lo hacen de un modo tan lento que, aún hoy, seguimos sufriendo las consecuencias de ser diferentes. Y no somos más débiles, ni más frágiles, somos más sensibles. Se considera inferior a la mujer porque es mucho más emocional que el hombre, porque ellos son más racionales y nosotras nos dejamos llevar por los sentimientos, porque no somos capaces de controlarnos. Y desde muy pequeños aprendemos que las emociones y las sensaciones nos hacen débiles y tenemos que controlarlas para ser igual de buenas que los hombres. Y aprendemos cuán importante es controlarse.
Marya Hornbacher dice “He aquí una de las verdades más triviales y terribles de los trastornos de la alimentación. En esta cultura, cuando una mujer está delgada, demuestra su valía de un modo que ningún gran logro ni carrera estelar puede igualar. Creemos que ha hecho aquello que, según muchos siglos de inconsciente colectivo, ninguna mujer puede hacer, controlarse. Una mujer capaz de controlarse es casi tan buena como un hombre. Una mujer delgada puede Conseguirlo Todo.”
Aprendemos que el control es la única arma de la mujer para demostrar su valía, para demostrar que es tan buena como un hombre. Pero controlar los sentimientos y las emociones es difícil y recurrimos a otra herramienta que nos permita controlar la debilidad de nuestro cuerpo. Recurrimos a la comida porque tenemos la capacidad de controlar ese algo material. Pero luchar contra la naturaleza no es fácil y llega un momento en que ese control termina controlándonos y se nos escapa de las manos.
Ser mujer nunca fue sencillo y me pregunto si lo será alguna vez. Y me pregunto cómo habría sido el mundo de haber sido un chico y me pregunto si todo hubiera sido realmente tan sencillo. Pero con el tiempo he aprendido que ser mujer es mucho más bello, que ser mujer es más duro pero más emocionante, que las mujeres somos más fuertes porque tenemos que luchar mucho más para estar a la altura de los hombres. Si el mundo fuese diferente las mujeres aprenderíamos a valorarnos simplemente por el hecho de ser mujer, sin comparaciones, sin prejuicios, sin exigencias, simplemente por el hecho de ser mujer. Las mujeres aprenderíamos que no necesitamos ser como los hombres porque somos perfectas tal y como somos y que deberían ser ellos los que intentasen parecerse a nosotras y aprender de nuestros valores, entonces el mundo sería un lugar diferente.
Y desearía ser un chico por un momento, un día tal vez, y comprobar qué forma tiene la vida, qué olor, qué color. Si fuera un chico.