28 NOVIEMBRE 2007
Hoy hace exactamente una semana y un día que fui a ver a M. Le debía algo. Le debía la “Carta a mis padres” que he editado a nivel personal entre mis contactos más íntimos. Ella me instó a escribirla y merecía leerla. Me lo agradeció más que nadie de un modo plausible. Nunca habrá palabras suficientes para agradecer lo que su entrega ha significado para mí.
Como de costumbre, los minutos con M se tornaron horas de agradable conversación, de maravillosos consejos. Sólo con mirarme a los ojos es capaz de saber lo que pienso o cómo me siento. Sabe que entiendo a la perfección lo que me pasa y por qué estoy aquí y sabe, también, que mi increíble capacidad para entender y expresar todo lo que me sucede y cada uno de los por qués es mi herramienta de lucha para salir de todo esto.
Sabe que puedo hacerlo. Confía en mí. Cree en mí y me anima. Saber que hay alguien que cree en ti, a veces, es el empujón necesario para comenzar a creer en ti misma.
El miércoles volví a pesarme. 46,5 kilos. He vuelto a adelgazar. No sé por qué. No estoy haciendo ningún esfuerzo por adelgazar, no lo estoy intentado. Me cuesta creer que haya estado tantos años intentado adelgazar sin éxito por todos los medios. Intentándolo de todas las maneras posibles, hasta la saciedad, hasta la obsesión, hasta el caos. Laxantes, pastillas, purgas continuas, días y días en ayunas, sesiones de ejercicio hasta horas intempestivas de la madrugada, noches y noches sin dormir alimentándome a base de cafeína… sin perder un solo gramo. Y, ahora, que tan sólo quiero mantener mi peso, no puedo evitar adelgazar. ¿Por qué es tan difícil?
Es cierto que me da miedo engordar. Me da pánico. No me da miedo engordar un par de kilos. Por extraño que resulte, sobre todo para mí, por primera vez en mi vida no me da miedo engordar un par de kilos, me da pánico empezar a engordar unos pocos gramos y no poder parar. Me da miedo no poder parar y volverme cada vez más y más gorda hasta el infinito. Sí, ya sé que no es posible, pero me da miedo. Y también me da miedo perder peso. No quiero perder más peso. No quiero adelgazar más. Estoy muy delgada. Tal vez no demasiado pero por primera vez empiezo a ser consciente de que, tal vez, sí que esté delgada. Por primera vez empiezo a ser consciente de mi delgadez. Resulta difícil creer que haya estado mucho más delgada que ahora y que entonces no fuese consciente de mi delgadez; más aún, resulta difícil creer que, aún a pesar del aspecto enfermizo y demacrado que debía tener entonces, siguiese viéndome gorda.
Ahora, por fin, empiezo a darme cuenta de la gravedad de esta enfermedad.
El viernes volví al hospital. Unidad de TCA. Me quito las botas y el cinturón que sujeta los vaqueros de la talla 36 que ya no se sujetan en mis caderas. Me subo en la báscula. 46 kilos. “Has perdido 2 kilos” me dice Pilar, la enferma. “Lo sé”, digo cabizbaja. 2 kilos en 1 mes. “No se trata de que pierdas peso” añade ella, “se trata de que engordes un poco, no queremos que pierdas más peso”. Estoy en el límite. IMC: 17,9. Delgadez extrema. No puedo adelgazar más. No quiero adelgazar más.
Sé que tengo que comer pero es que no quiero comer. No puedo comer. “¿Acaso no estoy comiendo?” me pregunto. Claro que estoy comiendo. Pero como poco. No tengo hambre. No me apetece comer. No puedo comer. Sé que tengo que hacer un esfuerzo. Y lo hago, un esfuerzo pequeñito cada día pero a veces me supera. No es la comida lo que me puede, es la rutina, el orden, las reglas, el cumplimento, el deber, el éxito o el fracaso.
Sé que hay algo en mi interior más allá de la comida que me impide comer con normalidad, que me impide entender la comida como una necesidad de mi cuerpo, como una necesidad vital y normal, como algo esencial. Hay algo en mi cabeza que me impide entender la verdadera concepción de las cosas. Resulta irónico cuando yo siempre me he empeñado en entenderlas, por llegar al quid de la cuestión.
Primera sesión con el psicólogo. Nada de divanes ni sofás, ni siquiera una mísera maceta. Nada que me hiciese recordar esas fabulosas consultas de película que te instan a volver una y otra vez, exceptuando una pequeña ventana con vistas al jardín. Él, lo cual de antemano no me convenció dada mi incredulidad ante la ínfima posibilidad que un hombre tiene de entender el intrincado y complejo mundo de la mente femenina, hizo una pequeña presentación tras la cual me explicó en qué consistía el proceso del tratamiento.
Se trata de un tratamiento multidisciplinar, es decir, que él, junto con la enfermera y el psiquiatra, además de un nutricionista, en caso de que hiciese falta, forman un equipo que trabaja conjuntamente en mi caso y donde cada uno de ellos seguirá la evolución desde su especialidad como complemento de las otras disciplinas del tratamiento. Además de mi asistencia a éste, que es por supuesto voluntaria, se espera una participación activa de mí. Esto es, mediante diversas tareas que se me vayan proponiendo, por ejemplo, rellenar el registro alimentario con las x comidas que hago a diario o la nueva tarea que me ha mandado el psicólogo, escribir y analizar la situación en que se suceden los vómitos. Cómo suceden, por qué, dónde estoy, con quién o si estoy sola, qué estoy haciendo, qué siento o pienso en ese momento, antes, durante e inmediatamente después, qué consecuencias tiene, cómo me afecta, por qué lo hago, cuál es el desencadenante o el motivo si lo hay, qué sucedió inmediatamente antes, qué alternativas al atracón y/o al vómito puedo proponer en ese instante concreto para distraerme que de verdad pudieran ser efectivas en mi caso y situación sin tener mayores consecuencias…
Hablamos largo y tendido, aunque en algunos momentos hubiese querido levantarme de mi silla, cogerle de los hombros y zarandearle un par de veces para que espabilase un poco. Se quedaba callado observándome esperando a que dijese algo como si fuese a revelarle todos mis secretos en un solo instante. Y no, señor, esto no funciona así. Si estoy en su consulta es porque estoy dispuesta a hablar, es porque no tengo nada que esconder, es porque no le tengo miedo y porque no tengo tapujos. Pero eso no quiere decir que vaya a soltarlo todo de repente. Tengo la cabeza en mi sitio. No estoy loca. No voy a su consulta a confesarme ni a desahogarme porque ya lo hice, tal vez lo hubiera hecho hace muchos años pero la caja de Pandora ya está abierta y ahora las palabras no salen de golpe, salen a cuenta gotas, a mi ritmo.
Usted pregunta y yo contesto. Si no pregunta, no hay respuesta. Ya no hay nada que me carcoma la cabeza continuamente que necesite confesarle al primer loquero de turno. Ya está todo dicho y aclarado. Lo único que usted puede hacer es preguntar. Usted pregunta y yo respondo. No tengo problema en contestar a cualquiera de sus preguntas.
Hice un pequeño resumen de lo que había sido mi vida hasta llegar aquí y le di una de mis elaboradas teorías por las cuales había dejado de comer: dejar de sentir.
Al parecer le gustó el tema. El control de los sentimientos es un factor principal en el desarrollo de los TCA, de modo que iniciamos una conversación de más de media hora acerca de los sentimientos y las emociones. ¿Qué ocurre cuando quieres dejas de sentir o crees que esos sentimientos te influyen demasiado? El verdadero problema no son los sentimientos en sí, sino que la sociedad nos envía el mensaje de que los sentimientos y las emociones no son buenos, nos hace creer que tenemos que estar constantemente alegres y contentos. La sociedad nos dice que no podemos estar tristes, que no podemos dejar que los sentimientos nos controlen, que los sentimientos nos hacen débiles y vulnerables, que tenemos que luchar contra ellos, que tenemos que eliminarlos. No es más que otro mensaje erróneo de la sociedad superficial que nos empuja a consumir una “felicidad” falsa y banal.
Pero los sentimientos forman parte de cada uno de nosotros, son una parte de la vida y no se pueden eliminar, dejar de sentir equivale a dejar de vivir. No es factible. Lo que tenemos que aprender no es a eliminar o a controlar los sentimientos sino a resolver los conflictos emocionales, a enfrentarnos a esos conflictos emocionales. El que te sientas triste o desconsolado no implica que tengas que quedarte en casa sin salir ni ver a nadie, tienes que enfrentarte a ese miedo, a ese sentimiento y salir, tienes que hacer frente a tus emociones y aprender a dejar a un lado los sentimientos para que no afecten a tu vida diaria, tienes que seguir viviendo al margen de tus emociones y aprender que los sentimientos no son más que una parte dentro de ti que NO PUEDES CONTROLAR pero que sigue habiendo otra parte de ti mismo que sí puedes gobernar, tu vida.
Aprendiendo a sentir.
ANA
7 comentarios:
hola!!! Bufff yo no seria capaz de ponerme delante de un lokero y kontarle lo ke me preguntara... no seria capaz... :s
Postea pronto!!! me encanta leerte!!
un saludito desde el pais vasco!
Hola prin!!
Primera vez que paso... y estoy en una disyuntiva pues me haces pensar si realmente anhelo llegar a mi meta de princesa para hecer lo que vos!! sin reproches ok?
me gustaria saber mas sobre ti y tus motivaciones, por que yo no tengo muchas jajaja
cuidate mucho un beso
hola amiga,
creo que volvi y sigo sobreviviendo, y cada vez qu ete leo es como si comiera literalmente es increible tu forma de ser creo qu eya te lo han dicho muchos y muchas veces pero no puede negarse.
quisera un dia ser digna de tanta atencion y cuidado y poder sentrame con alguien qu eme ayudara a averiguar cual es mi maldito problema pero mientras tanto seguire. no puedo hacer mas...
te deseo lo mejor!!!
te quiere
anne
hOola!!
uu yo no creo k seria capaz de contarle misz cosas a un psicologo a lomejor a una amiga de confianza i creo k a mi si m da miedo subir unosz kilos por k a mi m paso tu miedo fui subiendo de graos poco a poco i de repente ya estaba así de gorda weno psz pasa por mi blog i m dejas un coment lindo ok?¿ wneo bye
http://cutesuperchick.blogspot.com
Pues, hace mucho que no pasab y veo grandes cambios, y si ya no quieres bajar de peso, eso esta bgien, ya viste que llegfaste a tu meta, pero el miedo a no querer subirlos, debes venerlo y lo harás, asi como algun tiempo querías bajar de peso y lo lograste, mucha fuerza y aqui estoy para lo que se te ofrezca
Esa confusión que tienes sobre tu peso demuestra que necesitas seguir viendo a tu psicólogo e iniciar un tratamiento, aunque desde mi perspectiva no soy nadie para decirte nada por que me encuentre en la misma situación, solo que yo si tengo claro que no quiero subir ni un gramo más.
PD: Cuidat y me encanto leerte, se ve que tienes una personalidad increible!
me encanta como escribes. Mucha suerte en tu luxa por curarte.
Yo de momento sigo necesitando de ana y mia.
bsos desde alicante
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