Ave Fénix


14 ENERO 2009


"Dice la leyenda que "en el Edén originario, debajo del árbol del Bien y del Mal, floreció un arbusto de rosas. Allí, junto a la primera rosa, nació un pájaro, de bello plumaje y un canto incomparable, y cuyos principios le convirtieron en el único ser que no quiso probar las frutas del Árbol. Cuando Adán y Eva fueron expulsado del Paraíso, cayó sobre el nido una chispa de la espada de fuego de un Querubín, y el pájaro ardió al instante.


Pero, de las propias llamas, surgió una nueva ave, el Fénix, con un plumaje inigualable, alas de color escarlata y cuerpo dorado.


La inmortalidad, fue el premio a su fidelidad al precepto divino, junto a otras cualidades como el conocimiento, la capacidad curativa de sus lágrimas, o su increíble fuerza. A lo largo de sus múltiples vidas, su misión es transmitir el saber que atesora desde su origen al pie del Árbol del Bien y del Mal, y servir de inspiración en sus trabajos a los buscadores del conocimiento, tanto artistas como científicos.”


Se cree que el Ave Fénix fue el único animal del Edén que resistió la tentación, lo que le convirtió en un ser eterno.


Y así es como me siento. Como un Ave Fénix que resurge de sus cenizas, dejando atrás la tentación y el pecado.


Me veo ahora; irreconocible. Me miro al espejo y me cuesta reconocerme en la imagen que se refleja ante mí. Pero soy yo, un nuevo yo, resurgido de las cenizas, las cenizas de las llamas que me fueron destruyendo durante muchos años. Y, cual Ave Fénix, he resurgido con una nueva imagen que, por mucho que me pese, he de reconocer, es mucha más atractiva. He dejado de ser una niña para convertirme en una mujer. Una mujer con curvas, una melena larga y brillante, una tez que resplandece, unos ojos que brillan, una sonrisa constante.


Renuncié al pecado, a la tentación, y me deshice de las llamas que me consumían para convertirme en lo que soy ahora.


No puedo engañarme, todo lo que me hace daño sigue estando ahí. Todos los motivos que me hicieron adentrarme en el tenebroso mundo de la anorexia están ahí, no han desaparecido, y no lo harán. Pero he aprendido a convivir con ellos.


Utilicé mi anorexia como un modo de enfrentarme a mis miedos, creyendo que de ese modo dejarían de hacerme daño, dejarían de amedrentarme. Pero me equivoqué. Los miedos no desaparecieron, sólo cambié mis miedos por otros nuevos. Aprendí a no temer a la muerte, a no temer al paso de los años, a no temer al constante cambio de las cosas, a no temer a la volatilidad del mundo. Pero nuevos miedos nacieron que me hacían el día a día cada vez más difícil.


He renunciado a la tentación y me he deshecho de las llamas, he resurgido de las cenizas pero mis miedos no han desaparecido. Sigo temiendo a la muerte, sigo temiendo al paso de los años, a la volatilidad del mundo. Y los miedos me afectan, me hacen daño y no puedo cambiarlo.


A veces intento recordar cuán fácil era vivir en un mundo en el que, a diferencia de la gran mayoría de la gente, no temía a la muerte. Pero sé que tan solo era una falacia, porque lo cierto es que no dejé de tener miedo, solo trasladé mi miedo a otros aspectos de mi vida y resultó ser todo mucho más difícil.


No es fácil convivir con tus miedos. Soy una persona extremadamente sensible, todo me afecta en exceso y a veces lloro sin motivo. Pero también sonrío sin motivo por el simple hecho de que, a pesar de mis miedos, estoy satisfecha con lo tengo.


Y estoy aprendiendo a apreciar mi cuerpo. Sé que nunca llegará el momento en que diré “estoy satisfecha con mi cuerpo”, no sé si por mi propia condición personal o por la única condición de ser mujer. Pero, hoy por hoy, empiezo a aceptar mi cuerpo, a aceptar esa imagen que se refleja en el espejo, a no temer con tanta intensidad una comida, una reunión familiar, el verano; a no temer el cambio natural de mi propio cuerpo, un cuerpo que empiezo a aceptar como “algo” bello por ser tal cual como es. Y me cuesta mucho aceptarlo, pero empiezo a hacerlo (seguro que con unos kilitos menos sería mucho más fácil).


He resurgido de las cenizas que me consumieron y no ha sido fácil. Pero lo he hecho y he obtenido el premio de la eternidad de la vida. Y ha merecido la pena. Es difícil llegar a la conclusión de que renunciar a la tentación de la anorexia, que siempre entendí como algo “eterno”, me fuera a dar la eternidad, pero tenemos que cambiar el concepto erróneo y mirar al espejo desde el otro lado, desde el lado de la realidad en la que la eternidad solo se consigue resurgiendo de las cenizas y viviendo la eternidad de la vida , con los miedos y la incertidumbre que ello conlleva, pero la vida, al fin y al cabo, que es la base de la eternidad.


ANA

__________________________________________________

http://www.elavefenix.net