Anorexia, deseos y mentiras


22 DICIEMBRE 2009

Me gustaría escribir más. Me gustaría escribir con más frecuencia en el blog pero estoy demasiado ocupada. Estoy demasiado ocupada viviendo.

Supongo que por primera vez en muchos años estoy empezando a hacer algo que debí haber hecho hace mucho tiempo; vivir.

He perdido muchos años de mi vida centrada únicamente en mi enfermedad, en mi obsesión y ahora empiezo a darme cuenta de todo lo que me he perdido. Ahora empiezo a disfrutar de algunas cosas de las que nunca supe disfrutar. Y merece la pena.

No es fácil, por supuesto que no.

Alguien me dijo hace poco tiempo que no sabía por qué escribía en este blog porque no era anoréxica. Quizás. Lo cierto es que con el tiempo me he ido dando cuenta que cada vez necesito escribir menos. Empecé a escribir como una necesidad, necesidad de desahogarme, como una forma de terapia. Con el tiempo se convirtió en una asiduidad y hasta casi en una obsesión. Este rincón me servía para trasladar mis pensamientos más profundos sin que nadie pudiese juzgarme, sólo yo, simplemente yo.

Pero con el tiempo me he dado cuenta de que escribir en este blog me hacía estar ligada a mi enfermedad. Como si una parte de mí mantuviese mi enfermad viva a través de este blog, como si no pudiese renunciar del todo a mi enfermedad y este blog fuese mi vía para mantenerme conectada con mi obsesión.

No sé si escribir me hace daño. Sé que tampoco es bueno olvidar pero a veces incluso es necesario. Lo que sí sé es que este blog me ha ayudado mucho y el no tener la necesidad constante de escribir en él significa que me estoy recuperando, que no necesito trasladar lo que siento porque ahora simplemente me limito a sentir, sin miedos.

Hace tiempo alguien me dijo que no sabía por qué escribía en este blog porque no era anoréxica. Quizás. Aunque, ¿se deja de ser anoréxica alguna vez? Según los cuadros de diagnóstico para los cuadros de alimentación debes cumplir una serie de requisitos que, ahora, obviamente no cumplo. También es cierto que con los años los criterios de diagnóstico han cambiado porque también los trastornos han evolucionado conforme hace unos años. ¿Cómo diagnosticar a una persona anoréxica? Mucha gente se empeña en creer que una persona anoréxica es aquella extremadamente delgada. Yo nunca lo creí así. Hay muchas personas anoréxicas con índices de masa corporal dentro de lo aceptable que siguen manteniendo conductas propias de la anorexia.

Hace tiempo alguien me dijo que en psicología una persona que ha sido fumadora lo sigue siendo toda su vida aunque deje de fumar, entonces se le cataloga como un fumador que no fuma. Para mí la anorexia es algo parecido. No dejas de ser anoréxico, simplemente vives en una etapa en la que eres capaz de controlar tu trastorno, de mantenerte sano y ganar la batalla pero sabes que el riesgo siempre está ahí.

La anorexia no se define únicamente por el peso, sino por un trastorno en la percepción corporal, por formas de sentir, por conductas, por formas de pensar, por formas de entender las cosas o aceptar las cosas, por inseguridad, baja autoestima… a mi juicio la anorexia se define más bien por trastornos emocionales que por trastornos corporales.

Entendida de ese modo, es más fácil comprender por qué no es tan sencillo dejar de ser anoréxica. No puedes dejar de sentir como sientes, no puedes negar ni renunciar a tu pasado, no puedes olvidar la forma que tienes de ver las cosas, no puedes obviar el dolor o la preocupación por el peso, por las tallas, las calorías, tu cuerpo, no puedes negar tu inseguridad.

No puedo decir “ya no soy anoréxica” pero supongo que tampoco puedo decir “soy anoréxica”. Simplemente lucho contra la anorexia. No es fácil. Siempre hay cosas. Cosas pequeñas, detalles, sensaciones… que te hacen recuperar el miedo, que te recuerdan cómo era tu vida antes.

Me da pánico pensar en subirme a una báscula, me da pánico probarme un pantalón, me obsesiono si un día no voy al gimnasio, si un día como un pedazo de pan, si me invitan a una cena. No es sencillo. Aunque a veces pueda parecerlo para el resto, no es fácil. Pero he decidido que quiero luchar y es lo que hago. No me subo a la báscula, no me pruebo pantalones, si un día no voy al gimnasio me convenzo de que ya iré al día siguiente, si como un pedazo de pan me digo que al día siguiente no comeré una galleta, si me invitan a una cena pienso en pasar un rato agradable. Y sobre todo, intento disfrutar, reírme, y aprovechar tantas cosas que dejé pasar en su momento.

Pero no puedo negar mi pasado. Y a veces el ánimo se viene abajo. Y se me quitan las ganas de sonreír y me enfado con el mundo. Pero entonces solo pienso, “mañana será otro día”.

Resultó muy difícil volver de Inglaterra con unos cuantos kilos más. Resultó muy difícil probarme toda mi ropa y ver que ya nada me valía. Resultó muy difícil adaptarse a mi nuevo cuerpo, a mi nueva imagen. Resultó muy difícil reconocerme de nuevo frente al espejo, resultó muy difícil aceptar las nuevas necesidades y sensaciones de mi cuerpo, de un cuerpo normal, de un cuerpo tosco, incontrolable y voluptuoso que volvía a tener necesidades que no podía negar. Resultó tremendamente difícil aceptar que tenía un nuevo cuerpo que necesitaba, que tenía hambre, frío, calor, dolor, cansancio…

Pero me dije que no pasaba nada, que ya adelgazaría. Y pasó el tiempo. Y todo seguía igual. Y me dije de nuevo que no pasaba nada que ya adelgazaría. No quería obsesionarme porque por fin estaba aprendiendo a disfrutar de las pequeñas cosas, a reírme sin motivo. El tiempo ha pasado. La semana pasada me di cuenta, de repente, que uno de mis pantalones me quedaba más holgado. ¡Por fin! ¡Qué maravillosa sensación! No vamos a negarlo. Ya no lo recordaba. Ahora me siento mejor. He perdido algo de peso, no mucho aunque no sé cuánto, pero me siento bien sobre todo porque no me he obsesionado, porque no he tomado ninguna medida drástica, porque no me he saltado ninguna comida, porque lo estoy haciendo bien y porque, al mismo tiempo, estoy disfrutando de la vida. Y merece la pena.

Llegan las Navidades y, no puedo negarlo, me dan pánico. Pero he adelgazado y eso me da un pequeño empujón para creer que aún es posible, que no engordaré, que volveré a adelgazar otro poquito, pero sobre todo, para seguir disfrutando de cada minuto de mi vida.

Mañana recorreré casi 800 kilómetros para volver a mi tierra, a mi Andalucía querida. Y sonreiré, y pasaré las Navidades con la gente que quiero porque estoy aprendiendo a disfrutar, porque estoy aprendiendo a vivir.

Hace pocos días alguien me preguntó cuál era mi propósito para el nuevo año. Mi propósito es simplemente vivir y disfrutar de cada instante y hacer que cada momento merezca la pena.

Mi deseo para el 2010 es que todos vosotros/as que me leéis con asiduidad aprendáis también que vivir merece la pena y que hay cosas por las que vale la pena vivir.

ANA