Pero siempre pierdes


28 JUNIO 2007


El verdadero problema es que la anorexia es como un reto, como una apuesta, un pacto en el que te empeñas en apostar absolutamente todo lo que tienes con el único objetivo de ganar.


Pero lo terriblemente duro de la anorexia es que no hay ningún premio. Te apuestas todo lo que tienes porque deseas conseguir algo que ni siquiera sabes qué es.


Y el verdadero problema, más allá de toda duda, es que desde el principio tienes todas las de perder. De hecho, vas a perder. Eso es lo más triste de todo, que, hagas lo que hagas, vas a perder.


Si consigues vencer al hambre, si consigues dejar de comer y te conviertes en la “perfecta anoréxica”, entregas tu vida a la muerte y pierdes. Si consigues salir, si consigues superarlo, volver a comer, recuperarte; pierdes.


Eso es lo más triste. Que siempre pierdes. Y aunque, puede que, algún día, te recuperes del todo, siempre te carcomerá la idea en tu cabeza de que has perdido, de que has fracasado, de que no fuiste lo suficientemente buena para ganar la apuesta. A pesar de estar recuperada, siempre vivirás con la certeza de haber fracasado, de no haberlo conseguido.


Y ese es el mayor de los problemas porque esa idea es la que te hará caer una y otra vez en un intento vano de volver a apostar porque estás convencida de que “esta vez lo conseguirás”.


Lo terriblemente duro de la anorexia es que hagas lo que hagas siempre pierdes. El problema es que cuando apuestas por primera vez no lo sabes. Eres consciente de que será duro, de que será muy duro, que te costará un gran esfuerzo, que tendrás que darlo todo por conseguirlo pero estás convencido de que puedes ganar y estás convencido hasta el último centímetro de ti mismo de que puedes conseguirlo.


Pero nunca lo consigues. Porque no hay nada que conseguir. Porque siempre pierdes.


ANA


¿Qué más puedo decir?


25 JUNIO 2007


Me gustaría poder explicar muchas cosas pero a veces no sé cómo hacerlo. Porque no me resulta fácil. Sé que cuesta entenderlo y sé que a nadie le gusta que le digan que no lo entiende. No creo que sean estúpidos por no entenderlo. Creo que es lo más normal del mundo no entender lo que siente otra persona cuando nunca se han sentido así. No les culpo por ello. Me piden que me ponga a “su nivel” pero no puedo, simplemente, no puedo. Este es mi nivel. Si me pusiera a su nivel no podría explicar cómo me siento, no podría entender cómo me siento. Tal vez, a su nivel, no me sentiría así. Pero no estoy a su nivel. De modo que no puedo explicarlo de otro modo.


Creo que lo que no entienden es “mi nivel”. No sé muy bien a qué se refiere lo del “nivel”, no sé qué significa ni cuál es el concepto del mismo, pero estoy de acuerdo que estamos a niveles diferentes o tal vez, en puntos diferentes, que tenemos modos distintos de pensar, de sentir y de ver las cosas.


Ojalá pudiera ver y sentir las cosas como ellos. Pero no puedo. Es algo que tienen que entender porque, sencillamente, yo no soy así. No puedo evitarlo. Si me empeñase en ver las cosas a su modo, lo cual se me antoja sumamente difícil, pero suponiendo que pudiese, entonces me estaría engañando. Me estaría negando a mí misma porque no sería yo. Sé que tengo una personalidad compleja. Que mi cabeza va a mil revoluciones por hora y que eso me perjudica.


Durante mucho tiempo pensé que era una persona inteligente. Más tarde, me di cuenta de que no era tan inteligente. Luego, empecé a creer que era más bien tonta. Ahora ya no sé muy bien qué creer. Tal vez sea más inteligente que el resto o tal vez no. De lo que sí estoy segura es de que tengo una capacidad especial para darme cuenta de las cosas. Que tengo una capacidad para interpretar las cosas, para ver más allá del simple hecho en sí de las cosas que la mayoría de la gente no tiene. No sé si tiene que ver con un alto coeficiente intelectual o si es más bien una personalidad paranoica que me obliga a ver cosas donde no las hay. De lo que soy consciente es de mi consciencia del mundo. Tengo una consciencia de las cosas que la mayoría de la gente no tiene. Y soy consciente de que eso me perjudica. No creo que sea algo malo, de hecho creo que debería ser algo más bien positivo. El problema está en mi interpretación de esas cosas, de esa forma de concebir el mundo. El modo que tengo de interpretar la consciencia extrasensorial que tengo del mundo, de la vida en sí.


A veces siento que mi cabeza va por encima de mí misma. Es decir, que mi cabeza es capaz de ver y entender cosas que yo misma no soy capaz de absorber. Como si el mundo se me hiciera demasiado grande e inabarcable para mi persona. Como si mi capacidad emocional no estuviese a la altura de mi capacidad mental, lo que hace que me resulte tremendamente difícil abarcar emocional y personalmente todos los aspectos de la vida o del mundo que mi mente sí es capaz de concebir.


Tal vez no entiendan todo esto porque no está “a su nivel”. Pero no puedo explicarlo de otro modo, porque es el nivel al que está. Y si no pueden entender mi nivel entonces no podrán entenderlo. No pueden pedirme que explique todo esto a su nivel porque en su nivel probablemente esta teorización del mundo no tenga sentido. De modo que si quieren entenderlo tendrán que ser ellos los que se pongan a mi nivel.


Lo que quiero decir es que me resulta difícil vivir. Me resulta difícil. Y sí, ya sé que cuesta entenderlo porque probablemente no entiendan que para alguien, algo aparentemente sencillo, pueda resultar tan difícil.


La cuestión, en definitiva, es que tengo una deficiencia personal terrible. Tengo una personalidad compleja que no me deja vivir. Y sé que tengo un problema. Más allá de mis problemas con la comida, con mis obsesiones, con mis manías, con mis miedos… el verdadero problema soy yo misma. Y soy consciente de ello. Desgraciadamente, soy consciente de ello. Me ha costado muchos años darme cuenta de que el verdadero problema soy yo misma.


¿Qué más puedo decir? Que tal vez no soy quien creen que soy. Que ni siquiera sé quién soy. Que he vuelto al principio de todo. Que estoy como hace 9 años con una crisis personal terrible pero mil veces más trastornada. ¿Qué más puedo decir? Que tengo una personalidad limítrofe, que tengo problemas de ansiedad, de inestabilidad emocional, indicios neurótico-maníaco-depresivos, falta de autoestima, un trastorno alimenticio…. ¿les parece poco?


No puedo decir más. Que siento que tengan que pasar por esto. Que lo siento de verdad. Pero que me den un respiro. Que yo no tengo la culpa. Que lo siento, lo siento de verdad, pero no tengo la culpa. Que, al fin y al cabo, soy yo la que está padeciendo esta situación. Sí, soy consciente de que también a ellos les afecta, pero lo hace indirectamente. Y yo convivo con esto cada día, cada minuto. De modo que, dadme un respiro.


Lo siento por ellos, pero sobre todo por mí, lo cual se me antoja un gran paso porque, por fin, estoy aprendiendo a compadecerme de mí misma.


¿Qué más puedo decir?

ANA


Anorexia VS Bulimia: respuesta


14 JUNIO 2007


No he podido evitar contestar la persona que escribió el primer comentario en Anorexia VS Bulimia II pero cuando comencé a responder me di cuenta que tenía demasiado que decir, de modo que, escribí un nueva entrada haciendo referencia a su comentario:

No, no es lo mismo.


Sé que es difícil de entender. Sé que es muy difícil.


Aunque pueda parecer extraño, la anorexia es control. Entiendo que te cueste comprenderlo porque llega un momento en que no eres capaz de decidir dejar de comer, simplemente, no puedes hacerlo. El verdadero problema no es el control en sí, sino la concepción que tenemos del control. Eso es lo que le cuesta entender a los demás, que el control se base en dejar de comer, en negarte la comida. Cuando comes sientes que has fracasado.


Bajo mi punto de vista, no es correcto decir que la anorexia te controle a ti, el problema es que la anorexia altera la concepción que tenemos del control y te impide ver las cosas como en realidad deberían ser; eso hace que sigamos creyendo que es el único modo de mantenerlo.


El control es una cualidad muy valorada en nuestra sociedad. Marya Hornbacher dice: “He aquí una de las verdades más triviales y terribles de los trastornos de la alimentación. En esta cultura, cuando una mujer está delgada, muestra su valía de un modo que ningún gran logro ni carrera puede hacer, controlarse. Una mujer capaz de controlarse es casi tan buena como un hombre. Una mujer delgada puede Conseguirlo Todo.”


Puede que parezca que el no poder llevarse un bocado a la boca sea un descontrol, pero al revés de lo que la gente cree, eso es el control. Eso significa, entre otras muchas cosas mantener el control. Cuando te das cuenta de que no puedes controlar tus sentimientos, tus sensaciones, tus emociones, buscas algo que te permita mantener algo de control en tu vida. Y la comida es una salida fácil.


Te equivocas si crees que para las anoréxicas, al menos para mí, los huesos son sinónimo de perfección. Pero al igual que el control, la perfección es un término abstracto, muy valorada en nuestra sociedad y la visión que tenemos de ella es, también, muy difícil de entender. La perfección no son los huesos en sí, sino lo que ello implica.


Y, desgraciadamente, sí, algunos de los placeres de la vida suponen para la persona anoréxica sucumbir al pecado. Cuando te empeñas en no necesitar, cuando crees que no lo mereces o que, simplemente, es una tentación en la que no debes caer porque, por alguna extraña razón, tu cabeza te dice que está mal, los placeres de este mundo, la mayoría de ellos carnales, te impiden demostrarte que realmente no necesitas. Los placeres de la vida se tornan un obstáculo para negar el cuerpo y salvar tu alma.


Es curioso que digas que lo que pienso es fruto de la enfermedad. Sencillamente, no es cierto. No es lo que pienso sino lo que siento, la concepción que tengo de las cosas. La visión, el concepto, la imagen que tengo del control, la perfección, el alma… eso es fruto de la enfermedad, no lo que pienso. Sin embargo, hay mucha más realidad de la que crees en mis palabras.


La anorexia no es más que un modo de huir de un mundo, de una sociedad, cada vez más banal, más materialista, insustancial y superflua. Es un modo de rechazar esa corriente que nos lleva. Y eso es real. Hay mucha más realidad de la que crees en mis palabras.


Pero mi modo de enfrentarme a ella es diferente al tuyo. Por eso estoy enferma. Porque no he sabido hacerlo de un modo mejor. Soy consciente de que la anorexia es una enfermedad aunque, muchas veces, me empeñe en negarlo o no quiera reconocerlo. Pero soy consciente de ello.


Estar enferma no quiere decir que no veas las cosas, no quiere decir que no te des cuenta o no sepas interpretarlas. Estar enferma no quiere decir que tus opiniones o tus concepciones no sean válidas. La persona anoréxica no está loca, simplemente no encuentra un modo saludable de enfrentarse al mundo y, en muchos casos, está mucho más cuerda que el resto. De hecho, probablemente, una persona anoréxica sea mucho más consciente de la realidad que el resto y, por eso, cae en la anorexia. Es difícil vivir en esta sociedad siendo consciente de la realidad que la envuelve.


Vivimos en una sociedad trivial en la que nadie se plantea nada. En que todo se da por hecho, en que te dicen cómo debes pensar y cómo debes sentir. Y cuando alguien se para, deja de caminar y se plantea cuestiones existenciales sobre el mundo todos creen que está loco. Tal vez, éste sea el menos loco.


Tal vez los demás crean que nuestros razonamientos son erróneos pero no es más que otro modo de ver la realidad. Una misma cosa puede verse de modos diferentes dependiendo del punto desde el que la mires. De modo que, creo que te equivocas al creer que he perdido la visión de la realidad. Tal vez sea mucho más consciente de la realidad que el resto. Y, tal vez, simplemente te cueste entender mi visión de las cosas, pero eso no hace que dejen de ser racionales.


ANA


Anorexia VS Bulimia II


14 JUNIO 2007


Hasta febrero de este año.


Mi abuelo murió. Vivíamos lejos. Apenas le veía pero le quería muchísimo. Estaba muy unida a él. Los últimos años iba a ver a mis abuelos en Navidad y pasaba las fiestas con ellos en vez de pasarlas con mis padres y hermanos como había hecho siempre. Las últimas Navidades, no sé muy bien por qué, sentí que tal vez no volvería a verles. Sentí miedo. Deseé poder pasar más tiempo con ellos, deseé poder volver a verles, temerosa de que no pudiera suceder. En febrero mi abuelo enfermó. Le operaron y le dieron el alta. Fui a verle y pasé toda una semana con mis abuelos disfrutando de ellos al máximo. La semana siguiente le volvieron a ingresar, tuvo una crisis y murió de repente. Aquello fue un duro golpe. Recorrimos 500 km para ir al entierro y al funeral. Fueron los dos días más duros de toda mi vida.


Al día siguiente, de vuelta en casa, fui a clase, inocente de mí, creyendo que me ayudaría a olvidar. En la última clase me fui. Compré una bolsa enorme de regaliz y golosinas que comí tranquilamente sentada frente a un ordenador de la facultad. Luego, fui al baño y vomité. Durante ese tiempo entraron dos chicas en el baño. Dejé de vomitar. Esperé en silencio a que se fueran y volví a meterme los dedos en la garganta. Nunca había vomitado en la facultad. La facultad era como mi lugar sagrado. Nadie podía decirme que tenía que comer. No tenía por qué hacerlo. Aquel día caí demasiado bajo.


La primera semana tras la muerte de mi abuelo vomité varias veces. La siguiente seguí haciéndolo. Por las noches me tumbaba en la cama sin poder dormir. Llorando sin parar. Me despertaba con los ojos hinchados y un enorme dolor de cabeza. Fue la primera vez que me enfrenté a la muerte. Nunca lo había hecho de un modo tan cercano.


Durante muchos años he deseado morir. He deseado desaparecer. La muerte ha sido, durante muchos años, mi único fin. He alabado y venerado a la muerte, embriagando mi alma de odio con cada paso que daba. Nunca tuve miedo a la muerte. Anhelaba la muerte hasta un punto inexplicable. Pero morir es más doloroso que la muerte.


"La muerte puede parecer un sueño, pero ver la muerte, verla de verdad, hace que soñar con ella resulte ridículo."


Cuando mi abuelo murió comprendí que era ridículo. Cuando murió mi abuelo comprendí que no quiero morir. La muerte da miedo. La muerte de mi abuelo, ver, sentir la muerte tan de cerca, me ha hecho comprender que la muerte no es algo que pueda desearse, no es algo que deba desearse. Sentir la muerte paseando frente mí me ha hecho comprender que no es algo digno de anhelar. La muerte de mi abuelo me ha planteado muchas preguntas, muchas dudas, muchos interrogantes, muchos miedos.


Desde que murió mi abuelo volví a vomitar. No lo hago con frecuencia, pero lo hago. Esto plantea un incuestionable razonamiento: cuando las emociones se descontrolan, cuando no encuentras un modo saludable de enfrentarte a ellas, de enfrentarte a tus miedos, se desata en ti la necesidad acuciante de trastorno.


He vuelto a caer. He dejado de comer. Mis ayunos son más largos. Mi dieta más estricta. Mis ejercicios más constantes. Los vómitos más frecuentes.


Quiero dejar de vomitar. Me da asco. Pero no quiero comer. Si pudiera, si tan solo pudiera, dejar de comer sin más. No soy capaz de mantener el control estricto que exige mi dieta. Cuando estudio no puedo concentrarme. Me duele la cabeza. Me siento mal. Necesito un chute. Y como. Y me siento mal. Y vomito. Aquí empieza todo. A veces dudo que sea posible mantener la anorexia sin recurrir a la bulimia.


La anorexia se me antoja perfecta. Es un modo de negarte un placer que crees no merecer. Es un modo de luchar contra el mundo. Un mundo de expresar tu inconformismo, tu rabia, tu dolor, tu angustia. Un modo de negarte a ti misma. La anorexia es un modo de decir “no necesito nada”. Es un modo de expresar la absurda creencia de que no necesitas comer, de que no necesitas alimentar tu cuerpo, que tan sólo deseas alimentar tu alma. Es un modo de negar tu cuerpo para salvar tu alma, vivir únicamente de tus pensamientos. Es un modo de matar el cuerpo cuando éste se antoja tosco, inútil, inevitable, involuntario, descontrolado, excesivo, un impedimento para la supervivencia del alma. Es un deseo de matar poco a poco tu cuerpo en contraposición con el alma.


La anorexia me funcionó entonces. Pero cuando recuperé la ilusión por vivir, cuando decidí que no quería morir, entonces la anorexia por sí sola no se mantiene. Recurres a la bulimia porque hay una parte de ti que no quiere morir. Cuando te das cuenta de que no quieres morir, de que sólo era un juego, de que sólo era un modo dejar de sentir, entonces la anorexia no es un sistema válido de vida. Sin embargo, cuando el problema que desata la anorexia no está superado, entonces es cuando te das cuenta de que no estás a salvo, de que estás enferma porque no eres capaz de vivir de un modo saludable. Porque no eres capaz de comer sin dejar de vomitar, porque, aunque desees vivir, el problema sigue ahí.


Cuando mantienes la esperanza, cuando existe todavía un atisbo de ilusión, cuando hay algo en ti, por minúsculo que sea, que te impulsa a seguir, cuando existe todavía un atisbo de deseo de vivir, de seguir con vida en este mundo, entonces, la anorexia no funciona. El magnífico plan de la supervivencia del alma a toda costa, matando de hambre a tu cuerpo no funciona porque hay algo en ti que desea mantenerse con vida. Entonces, recurres a la bulimia en un intento de prorrogar tu estancia en este mundo.


Pero la bulimia se me antoja tan opuesta a la anorexia. La bulimia se me antoja débil y caótica. Es todo lo contrario a la anorexia. Es el descontrol, la imperfección, el fracaso, la rendición al pecado, a la carne, a la comida. La bulimia implica necesitar, es sucia, excesiva.


La anorexia, o, más bien, lo que implica la anorexia, es inalcanzable. Cuando no deseas morir, la salvación del alma en contraposición con tu cuerpo es inalcanzable. No es más que un sueño. De modo que, por fin, me he dado cuenta de que no es posible mantener la perfección que exige la anorexia cuando en el fondo no deseas morir. Cuando, en el fondo, lo único que deseas es morir un poco, dejar de sentir. En este punto la bulimia se hace inevitable. Pero la bulimia me da asco. No quiero anorexia con bulimia. No quiero anorexia si ello implica bulimia. No quiero morir. No quiero ser anoréxica, sólo quiero ser feliz.


ANA


Anorexia VS Bulimia I


07 JUNIO 2007


¿La anorexia y la bulimia siempre van de la mano?


No me considero bulímica. Me da asco la bulimia. No la bulimia en sí, sino el hecho de vomitar. La preparación de la “gran ingesta” a modo de festín de la Antigua Grecia como si hubiese algo que celebrar. El ritual sistemático descontrol-ingesta-vómito, la excesiva cantidad de comida que entrará por tu boca para colarse por el esófago y llegar hasta el estómago, masticar cada bocado, o no masticarlo siquiera para introducir el siguiente bocado que apenas podrás saborear. Toda esa comida oprimiéndote el estómago, la sensación de descontrol que te inunda al dar el primer bocado, la sensación terrible de incesto al sucumbir a la tentación de la comida, la sensación traumática de que ya has empezado y no puedes parar. La sensación de fracaso de haber sucumbido a la necesidad a modo de herejía, la sensación de que tu estómago está a punto de estallar. Toda esa comida navegando por tu estómago. La necesidad irremediable de vomitar. El sabor de los vómitos en tu boca, el olor de los vómitos en tus manos, el ácido que corroe tu esófago. El deseo de querer parar, de querer desaparecer. Los vómitos, las arcadas, toda esa asquerosa comida saliendo de nuevo por tu boca. El dolor, las lágrimas, el hedor, el fracaso, la herejía, el descontrol, el desvanecimiento, la angustia, la ansiedad, el castigo, las mentiras, los vómitos, el dolor de cabeza, la falta de concentración, el desconcierto, tu garganta que chilla que debes parar. Los ojos vidriosos, el esmalte corroído, las venas a punto de explotar, tus pulmones ahogados en un mar de vómito, el pulso incontrolable, las rodillas a punto de fallar. La tranquilidad de te envuelve después de vomitar, la sensación de haber recuperado el incierto control, la culpabilidad, el miedo, el odio.


Los atracones en mi vida no son una constante. Por lo general, paso varios días en ayuno, unos más estrictos que otros, al 4º ó 5º siento que me desvanezco. Oigo mi cuerpo que grita “¡Necesito comer!”. No puedo concentrarme. No puedo pensar con claridad. Los gritos son cada vez más fuertes y angustiosos. Entonces una fuerza incontrolable me impulsa en un alarido hacia la cocina. Necesito comer algo. Necesito darle algo a mi cuerpo que calme el cerebro. Necesito una dosis de energía. Estoy a punto de caer. Necesito un chute. Una galleta. Me digo, sólo una galleta. Pero después de la primera viene la segunda. Luego pienso que si ya has comido una ¿qué más da una que 20? Has sucumbido a la tentación, al pecado, cual Eva cogiendo la manzana del árbol equivocado. Eres una hereje. Has fracasado. Después de un montón de galletas que, a veces, prefiero ni contar, se desata la angustia, la ansiedad. En realidad, se desató tras la primera galleta, tras el primer bocado. Después de varios días de ayuno, cuando alimentas a tu cuerpo, cuando rompes por fin el ayuno, una sensación de descontrol se desata en ti. Se abre la veda. No puedes parar. Necesitas comer. Se desata la ansiedad, el descontrol y te conviertes en un animal devorándolo todo a su paso.


Después de las galletas, a veces como otras cosas. A veces un poco de queso, un yogur, una coca cola Light, una manzana. A veces no como nada más. Si consigo parar de comer me sentiré mal por haber sucumbido, por haber fracasado, por haber engordado tal vez dos o tres kilos, todo el esfuerzo por la borda. Si no soy capaz de controlarme y sigo comiendo a hurtadillas en mi habitación, tal vez coja más queso, más galletas, frutos secos… para entonces ya me sentiré lo suficientemente mal y sucia como para ir a vomitar. No es un atracón en toda regla. Creo que Atracones con mayúsculas sólo me he dado un par en toda mi vida.


Odio vomitar. Siento asco. Hace varios años decidí que tenía que dejar de hacerlo. Y lo hice. No sé muy bien cómo. Fue de repente. Me convencí de que no quería más asco en mi vida. Pero no supe controlar esas pequeñas crisis de descontrol tras varios días de ayuno. Y engordé varios kilos.


He vomitado en los últimos años en varias ocasiones puntuales en las que la soledad, el miedo, el desconcierto, el descontrol y la culpabilidad han superado al deseo de recuperarme. Para mí fue todo un logro.


Hasta febrero de este año.


Continuará...

ANA